Escribe ROBERTO MOLINA
En la Corporación Cooperativa Mondragón, algunos referentes de gran peso en el sector, se están preguntando actualmente si los principios solidarios desaparecen cuando la actividad empresarial de las cooperativas tiene éxito. Por supuesto, no es una pregunta menor. Pero ese interrogante ha sido planteado en función de situaciones registradas en los últimos años, que no dejan bien parado al movimiento solidario.
Esto tiene que ver con decisiones, adoptadas por algunas cooperativas que integraban el grupo, de separarse definitivamente de la corporación y continuar su camino en forma individual. Esa posición no se corresponde con el peso y la importancia de un grupo empresarial formado por 92 cooperativas, en las que trabajan 70.000 personas, de las que el 43,8 por ciento están en Euskadi, el 41,5 por ciento en el estado español y 14,7 por ciento restante en el extranjero, y que cuenta con 104 implantaciones en 37 países y una facturación de más de 11.000 millones de euros.
El pensamiento generalizado de los cooperativistas es que Mondragón es el ejemplo mundial de las entidades de la economía social y que todo lo que en ese ámbito se origina se convierte en emblemático para el sector. Pero lo cierto es que la realidad muestra algo diferente. Como referencia inicial, debe mencionarse que la mayoría del pueblo vasco no conoce en profundidad lo que hacen las cooperativas. Y esta situación no es privativa de Mondragón. Sucede en Argentina y en muchas otras naciones.
Lo que resulta sorprendente es cómo siendo Arrasate el centro de peregrinación internacional de miles de personas al año para conocer el modelo cooperativo de Mondragon y visitar sus empresas, centros tecnológicos y entidades educativas, al tiempo que ha sido elogiado por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres; premios Nobel de Economía, como Joseph Stiglitz; e intelectuales de la talla del estadounidense Noam Chomsky; amén de los reportajes e informaciones publicadas en prestigiosos medios de comunicación como The New York Times, Bloomberg, o L’Usine Nouvelle, no se visibilizan los valores cooperativos que son el fundamento y la base del movimiento fundado por el cura José María Arizmendiarrieta.
En Mondragón hoy se debate acerca de la falta de un planteamiento pedagógico, tanto hacia afuera como hacía dentro, acerca de las diferencias existentes entre una empresa de capital y una cooperativa, que tiene por objeto la transformación social desde un planteamiento del reparto de la riqueza a través de la generación de nuevas entidades y puestos de trabajo en la búsqueda de una sociedad más justa y solidaria.
Las necesidades que desde hace al menos dos décadas han tenido las cooperativas a la hora de captar el talento necesario para desarrollar sus proyectos empresariales, en un mundo cada vez más complejo y competitivo, han podido tener consecuencias en el descuido de la filosofía y de los valores que subyacen en el modelo Mondragon y que son tan importantes como la búsqueda de la rentabilidad y la eficiencia de los negocios. Si en los directivos de las cooperativas prima más la cultura de la eficiencia empresarial y de la gestión de las empresas y de los recursos, difícilmente entre los asociados se pueda registrar una mayor identificación con los valores cooperativos.
Sobre esto último, es prioritario trabajar en forma intensiva. La capacitación y educación cooperativa deben adquirir un rol fundamental en el desenvolvimiento del sector. No es suficiente con el blablabla habitual que se escucha en los discursos, sino que es necesario encarar acciones concretas y efectivas. Solo así se podrá evitar la paulatina desaparición de los principios solidarios.